LA FELICIDAD ERA ESTAR
INCOMPLETOS
Ana Carolina Quiñonez Salpietro
Corríamos por el pasillo
de una casa prestada.
Teníamos cinco o seis años.
Nos perseguía un monstruo
con el abrigo de piel de la abuela
y la cara verde
de arcilla.
Los cepillos viejos resucitaban
como pinceles
También pelábamos arvejas
y separaba las más pequeñas
en mi bolsillo
Mamá no había cumplido treinta años.
Nosotros éramos tres
que tirábamos de ella
exigíamos aprender a leer
mientras otro tenía fiebre
comer con las manos
los ojos
hasta la pared de enfrente
cuando alguno tenía dientes
que pendían de un hilo
y a otro lo recogían tarde.
Nadie quería
dormir entre ella
y ese desconocido
al que hacíamos
siempre más alto
en los dibujos familiares.
A FELICIDADE ERA SERMOS
INCOMPLETOS
Corríamos pelo corredor
de uma casa emprestada.
Tínhamos cinco ou seis
anos.
Nos perseguia um monstro
com casaco de pele da
vovó
e o rosto verde
de barro.
Os pincéis velhos
ressuscitados
como pincéis
Também descascamos as
ervilhas
e separava os menores
no meu bolso
Mamãe ainda não tinha
trinta anos.
Nós éramos três
que puxamos a ela
exigimos aprender a ler
enquanto outro tinha
febre
comer com as mãos
os olhos
voltados para a parede
oposta
quando alguém tinha
dentes
que estavam pendurados
por um fio
e a outro se recolhia tarde.
Ninguém queria
dormir entre ela
e esse desconhecido
ao qual fazíamos
sempre mais alto
em desenhos de família.
Ilustração: Revista Serrote.
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