Thelma
Nava
Certero,
como el que apunta al corazón dorado
de la uva
te
aposentas en mí.
Preciso
como el aire de junio,
la
infatigable luz que se adormece en la tarde
o
el rito del flamenco despedazando inútiles ocasos.
Por
ti salgo a encender la pira de los sueños
y
a cosechar gardenias imposibles.
Y
las prendo a un pedazo de tronco fugitivo:
testimonio
de ofrenda para el viento
-guerrero
hecho de vidrio por el que se despeina
lánguidamente
el árbol de un crepúsculo enfermo.
Porque
llegas aquí,
porque
estás en el bosque del prodigio, al comienzo
de
una ternura más redonda que un disco de diamante
y
más pura que el canto de un canario que tiembla
y
se deshace al pie de una ventana de alcanfores.
Por
eso, amigo mío, voy a pulir mis manos en tu rostro.
Porque
estás aquí en ti yo creo
y
creo en la llamarada de la tierra
y
en el fulgor de un lago que te escucha
y
se hace cada vez más transparente.
Quiero
saberlo todo: lo que escondes detrás
de la violencia
de
tus ojos, lo que hay bajo la cuerda tensa
de tu piel.
Para
decir el nombre de las cosas, la palabra precisa,
la
que en ti permanezca, la que te diga buenos días
y
te descubra el vuelo de la dicha, la orilla
de los besos
circundados
apenas por una lágrima cuidadosamente
amaestrada,
voy
a iniciar la huida del silencio.
Antes
que acabe el alba de seducirme con sus hojas
de oro,
antes
que el viejo árbol empiece a corretear
a los conejos,
detendré
la mirada en la resurrección
de una esperanza
que
se tienda a tu lado como un largo animal
adormecido.
He
venido otra vez, como antes, por juego,
esperando
encontrar dormido en el desván
un
verso elemental, una trampa, algún cepo
donde
el tiempo al pasar se pillara los dedos.
Esboço para começar um amor
Certeiro,
como o que aponta para o coração dourado
da uva
te
aposentas em mim.
Preciso
como o ar de junho,
da
infatigável luz que adormece na tarde
ou
do rito flamengo despedaçando inúteis ocasos.
Para
ti saio a acender a pira dos sonhos
e
a colher gardênias impossíveis.
E
as prendo a um pedaço de tronco fugitivo:
testemunho
de oferenda ao vento
-
guerreiro feito de vidro, pelo qual se desprende,
languidamente. a árvore de um crepúsculo enfermo.
Porque
chegas aqui,
porque
estás na floresta de prodígio, no início
uma
ternura mais redonda que um disco de diamante
e
mais pura que o canto de um canário que treme
e
se desfaz sob uma janela cânforas.
Portanto,
meu amigo, eu vou polir minhas mãos no teu rosto.
Porque
estás aqui em ti creio
e
creio no alargamento terra
e
no brilho de um lago que te escuta
e
se faz cada vez mais transparente.
Quero
saber de tudo: o que escondes atrás
da violência
de
teus olhos, o que está sob a corda esticada
de tua pele.
Para
dizer o nome das coisas, a palavra precisa,
a
que em ti permaneça, a que te diga bom dia
e
te descubra no voo de bem-aventurança, no limite
dos
beijos
rodeada
apenas por um lágrima cuidadosamente
mansa,
vou
iniciar o voo de silêncio.
Antes
que acabe o amanhecer de seduzir-me com folhas
de ouro,
antes
que a velha árvore comece a acossar
coelhos,
deterei
o olhar na ressurreição
de uma esperança
que
se estenda a teu lado como um animal largo
adormecido.
Vim,
outra vez, como antes, por jogo,
esperando
encontrar dormindo no sótão
um
verso elementar, uma armadilha, um ardil
onde o tempo ao passar prensará os dedos.
Ilustração: Vagalume.
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