María Ángeles Maeso
Lo impensable, una y otra vez, sucede.
Los caros caballos de
sirga,
en la hora de la siesta, se apiadan
de las mujeres que tiran como ellos
y a mitad de precio. Al caer el sol,
picoteadas por los tábanos,
con la cabeza puesta en buscar llaves,
se abre el laberinto de la vuelta a casa.
Hay quien pasea bordeando el estanque,
ellas leen a zancadas lo grabado,
a punta de navaja, en la corteza
de los robles: Las bestias fieras andan,
ponen de rodillas a la calandria
y le hacen pregonar al colibrí
y al ruiseñor que lo bueno del bosque
es que los yernos del Cid no entren.
Se y los tábanos de lo impensable
en un reza que te reza ahogado,
que una y otra vez sucede.
O impensável,
repetidamente, sucede.
Os caros cavalos de
reboque,
na hora da soneca, se
apiedam
das mulheres que atiram
como elas
e pela metade do preço.
Quando o sol se põe,
bicado por mutucas,
com a cabeça voltada para
a procura de chaves,
se abre o labirinto de
voltar para casa.
Há quem ande à beira do
lago,
Elas lêem o que está
registrado em passos largos,
na ponta de uma navalha,
na casca
dos carvalhos: as bestas
feras andam,
colocam a calandria de
joelhos
e fazem gritar o
beija-flor
e ao rouxinol que o bem
da floresta
é que os genros do Cid
não entram.
Seja as moscas do
impensável
em uma reza te reza
afogado,
que uma e outra vez
sucede.
Ilustração: Revista
Serrote.
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