RETORNO A LOS PROFETAS
Eduardo Chirinos
Para Antonio Claros
El sol se hará oscuro para ellos
pero pronto han de volver
Miqueas, III, 6
Los profetas han muerto.
Cuernos de guerra anuncian la pronta llegada de la peste,
nuevos tiempos de miseria y escasez.
El campo de batalla está desierto, el cielo se oscurece, la infinita
rueda se ha quebrado.
Dicen que ángeles bellos y monstruosos nos vigilan
pero ya no tenemos ojos para verlos.
Los profetas han muerto.
Atrás los sucios velos que ocultaron la verdad de nuestros rostros,
las ramas que ocultaron la Serpiente cuando rogamos placer
y nos dieron a cambio la resignación.
Textos venerables son ahora pasto de las llamas,
sólo la lechuza mira con indiferencia la corona
que rueda a los pies del más miserable de los dioses.
Sólidas estatuas se arrodillan, gimen, se arrancan los cabellos,
los mástiles que antaño sujetaran los más bravos marinos
golpean la memoria de los dioses que quedan,
¿a quién debemos acudir cuando nos coja la peste?
Los mendigos del reino asaltan los jardines, desprecian los oráculos,
reparten por igual sus pertenencias.
Los nobles del reino conservan sus arcas, sus vinos, sus mujeres,
el miedo que gobierna la implacable voluntad de los presagios.
Los profetas han muerto.
Nadie ahora nos engaña, nadie nos confunde, nadie
nos dice la verdad y estamos solos.
Estamos solos esperando la señal que nos indique
dónde hemos de ir para honrar con dolor a los profetas.
O RETORNO DOS PROFETAS
Os profetas estão mortos.
Trombetas de guerra anunciam a veloz chegada da peste,
dos novos tempos de miséria e escassez.
O campo de batalha está deserto, o céu se escurece, a infinita
roda está quebrada.
Dizem que anjos belos e monstruosos nos vigiam,
Porém não temos mais olhos para vê-los.
Os profetas estão mortos.
Atrás dos sujos véus que ocultaram a verdade de nossos rostos,
os ramos que ocultaram a serpente quando pedimos prazer
e nos deram em troca a resignação.
Textos veneráveis são agora pasto das cabras,
só a coruja olha com indiferença a coroa
que roda aos pés do mais miserável dos deuses.
Sólidas estátuas se enrodilham, gemem, se arrancam os cabelos,
os mastros que antes sujeitavam os mais bravos marinheiros
golpeiam a memória dos deuses que caem,
¿a quem devemos acudir quando nos acossa a peste?
Os mendigos do reino assaltam os jardins, depreciam os oráculos,
Repartem por igual seus bens.
Os nobres do reino conservam suas arcas, seus vinhos, suas mulheres,
o medo que governa a implacável vontade dos presságios.
Os profetas estão mortos.
Nada agora nos engana, nada nos confunde, nada
nos diz a verdade e estamos sós.
Estamos sós esperando o sinal que nos indique
Para onde devemos ir para honrar com a dor aos profetas.
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