Ana Sofía
Pérez-Bustamante
On
dirait qu´une fée a passé dans cela!...
A. Rimbaud
Suavemente
me llega
quizá
desde el cansancio perezoso
el
silencioso movimiento
de
una mujer mayor que está planchando,
absorta
en sus dobleces,
una
sábana blanca.
Esa
blanda paciencia, tenaz y delicada,
que
es y que no sabe que es caricia,
se
me eriza en la nuca, en la espalda, en los codos,
más
abajo del vientre. Dulcemente
soy
su hombro, su brazo, la plancha, soy el áspero
lienzo
limpio, el tablero y la manta, soy el aire
poroso,
estremecido,
la
luz de media tarde, la habitación, la casa
y
el silencio: una espiral de gozo
que
fluye de la piel de la cabeza,
que
recorre los vellos verticales,
que
agita remolinos en el sexo
y
desde el sexo gira, gira, gira
esparciendo
hacia abajo y hacia arriba
océanos
de anémonas que ríen, ríen, ríen
la
tranquila sorpresa del placer infinito.
Oh,
cuerpo, qué ternura
el
gesto por el aire:
una
mujer mayor que plancha absorta,
que
estira despaciosa el hilo con que cose,
unas
manos sin prisa
envolviendo
en papel morosamente
una
caja de lápices, un niño
pasando
entre los dedos uno a uno
sus
arrugados cromos de colores,
o
la curva del brazo que se extiende
para
alcanzar un libro que, rozando
la
siesta de otros libros, se desliza en su balda:
contra
un rayo de sol
espejean
en éxtasis los átomos del polvo
volando
por un sueño de doradas serpientes.
Y,
sí, me quedaría, cuerpo sabio,
no
importa con qué excusa,
aquí,
por siempre aquí,
en
este suave mimo,
entornados
los ojos, deshaciéndome
despacio,
muy despacio,
en
la felicidad del mundo de las cosas.
CADUCEO DE HERMES (FEÉRICA)
“Eu diria que uma fada passou por
ele”
A.
Rimbaud
Suavemente
me chega
talvez
a partir da fadiga preguiçosa
o
silencioso movimento
uma
mulher idosa que está passando,
absorta
em dobrar,
um
lençol branco.
Com
a paciência suave, tenaz e delicada,
que
é e que não sabe que é carícia,
se
eriça no pescoço, costas, cotovelos,
abaixo
da barriga. Docemente
sou
o seu ombro, o braço, a placa, eu sou o áspero
lenço
limpo, a manta, o cobertor, sou o ar
poroso,
estremecido,
a
luz da meia tarde, o quarto, a casa
e
silêncio: a espiral da alegria
que
flui a partir da pele da cabeça,
que
atravessa os cabelos verticais,
que
faz redemoinhos sobre o sexo
e
desde o sexo, gira, gira
espalhando
acima e abaixo
oceanos
de anêmonas que riem, riem, riem
a
tranquila surpresa do prazer infinito.
Oh
corpo, que ternura
o
gesto pelo ar:
uma
mulher idosa absorvida no ferro,
que
estira devagar o fio de costura,
umas
mãos sem pressa
embrulhado
morosamente em papel
um
estojo de lápis, uma criança
passando
entre os dedos, um por um
suas
etiquetas coloridas enrugadas,
ou
a curva do braço que se estende
para
atingir um livro, que roçando
a
sesta de outros livros se desliza na prateleira:
contra
um raio de sol
espelham
em extase os átomos do pó
voando
por um sonho de douradas serpentes.
E,
sim, ficaria, um corpo sábio,
não
importa com que desculpa,
aqui,
para sempre aqui,
neste
suave mimo,
olhos
semicerrados, desfazndo-me
bem
devagar devagar,
na
felicidade no mundo, das coisas.
Ilustração:
Fotolog.
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