Pablo Neruda
CUANDO a regiones, cuando a
sacrificios
manchas moradas como lluvias caen,
el vino abre las puertas con asombro,
y en el refugio de los meses vuela
su cuerpo de empapadas alas rojas.
manchas moradas como lluvias caen,
el vino abre las puertas con asombro,
y en el refugio de los meses vuela
su cuerpo de empapadas alas rojas.
Sus pies tocan los muros y las tejas
con humedad de lenguas anegadas,
y sobre el filo del día desnudo
sus abejas en gotas van cayendo.
con humedad de lenguas anegadas,
y sobre el filo del día desnudo
sus abejas en gotas van cayendo.
Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.
Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.
A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo rojo
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.
su amapola eficaz, su rayo rojo
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.
Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.
Y hacia túneles acres me encamino
vestido de metales transitorios,
hacia bodegas solas, hacia sueños,
hacia betunes verdes que palpitan,
hacia herrerías desinteresadas,
hacia sabores de lodo y garganta,
hacia imperecederas mariposas.
vestido de metales transitorios,
hacia bodegas solas, hacia sueños,
hacia betunes verdes que palpitan,
hacia herrerías desinteresadas,
hacia sabores de lodo y garganta,
hacia imperecederas mariposas.
Entonces surgen los hombres del vino
vestidos de morados cinturones
y sombreros de abejas derrotadas,
y traen copas llenas de ojos muertos,
y terribles espadas de salmuera,
y con roncas bocinas se saludan
cantando cantos de intención nupcial.
vestidos de morados cinturones
y sombreros de abejas derrotadas,
y traen copas llenas de ojos muertos,
y terribles espadas de salmuera,
y con roncas bocinas se saludan
cantando cantos de intención nupcial.
Me gusta el canto ronco de los hombres del vino,
y el ruido de mojadas monedas en la mesa,
y el olor de zapatos y de uvas
y de vómitos verdes:
me gusta el canto ciego de los hombres,
y ese sonido de sal que golpea
las paredes del alba moribunda.
y el ruido de mojadas monedas en la mesa,
y el olor de zapatos y de uvas
y de vómitos verdes:
me gusta el canto ciego de los hombres,
y ese sonido de sal que golpea
las paredes del alba moribunda.
Hablo de cosas que existen, Dios me libre
de inventar cosas cuando estoy cantando!
Hablo de la saliva derramada en los muros,
hablo de lentas medias de ramera,
hablo del coro de los hombres del vino
golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.
de inventar cosas cuando estoy cantando!
Hablo de la saliva derramada en los muros,
hablo de lentas medias de ramera,
hablo del coro de los hombres del vino
golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.
Estoy en medio de ese canto, en medio
del invierno que rueda por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en cenizas derribado.
del invierno que rueda por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en cenizas derribado.
Recordando noches, navíos, sementeras,
amigos fallecidos, circunstancias,
amargos hospitales y niñas entreabiertas:
recordando un golpe de ola en cierta roca,
con un adorno de harina y espuma,
y la vida que hace uno en ciertos países,
en ciertas costas solas,
un sonido de estrellas en las palmeras,
un golpe del corazón en los vidrios,
un tren que cruza oscuro de ruedas malditas
y muchas cosas tristes de esta especie.
amigos fallecidos, circunstancias,
amargos hospitales y niñas entreabiertas:
recordando un golpe de ola en cierta roca,
con un adorno de harina y espuma,
y la vida que hace uno en ciertos países,
en ciertas costas solas,
un sonido de estrellas en las palmeras,
un golpe del corazón en los vidrios,
un tren que cruza oscuro de ruedas malditas
y muchas cosas tristes de esta especie.
A la humedad del vino, en las mañanas,
en las paredes a menudo mordidas por los días de invierno
que caen en bodegas sin duda solitarias,
a esa virtud del vino llegan luchas,
y cansados metales y sordas dentaduras,
y hay un tumulto de objeciones rotas,
hay un furioso llanto de botellas,
y un crimen, como un látigo caído.
en las paredes a menudo mordidas por los días de invierno
que caen en bodegas sin duda solitarias,
a esa virtud del vino llegan luchas,
y cansados metales y sordas dentaduras,
y hay un tumulto de objeciones rotas,
hay un furioso llanto de botellas,
y un crimen, como un látigo caído.
El vino clava sus espinas negras,
y sus erizos lúgubres pasea,
entre puñales, entre mediasnoches,
entre roncas gargantas arrastradas,
entre cigarros y torcidos pelos,
y como ola de mar su voz aumenta
aullando llanto y manos de cadáver.
y sus erizos lúgubres pasea,
entre puñales, entre mediasnoches,
entre roncas gargantas arrastradas,
entre cigarros y torcidos pelos,
y como ola de mar su voz aumenta
aullando llanto y manos de cadáver.
Y entonces corre el vino perseguido
y sus tenaces odres se destrozan
contra las herraduras, y va el vino en silencio,
y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde
rostros, tripulaciones de silencio,
y el vino huye por las carreteras,
por las iglesias, entre los carbones,
y se caen sus plumas de amaranto,
y se disfraza de azufre su boca,
y el vino ardiendo entre calles usadas,
buscando pozos, túneles, hormigas,
bocas de tristes muertos,
por donde ir al azul de la tierra
en donde se confunden la lluvia y los ausentes.
y sus tenaces odres se destrozan
contra las herraduras, y va el vino en silencio,
y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde
rostros, tripulaciones de silencio,
y el vino huye por las carreteras,
por las iglesias, entre los carbones,
y se caen sus plumas de amaranto,
y se disfraza de azufre su boca,
y el vino ardiendo entre calles usadas,
buscando pozos, túneles, hormigas,
bocas de tristes muertos,
por donde ir al azul de la tierra
en donde se confunden la lluvia y los ausentes.
O estatuto do vinho
Quando
regiões, quando os sacrifícios
em
manchas roxas como a chuva cai,
o
vinho abre as portas com assombro,
e
no refúgio dos meses voa
seu
corpo embebido de asas vermelhas.
Seus
pés tocam as paredes e azulejos
com
a umidade de línguas inundadas,
e
sobre o fio do dia desnudo
suas
abelhas vão caindo em gotas.
Eu
sei que o vinho não foge dando gritos
com
a chegada do inverno,
nem
se esconde em igrejas tenebrosas
a
buscar fogo em trapos destruídos,
sim
que voa sobre a estação,
sobre
o inverno que tem chegado na hora
com
um punhal entre as sobrancelhas duras.
Eu
vejo vagos sonhos,
eu
reconheço longe,
e
olho na minha frente, detrás dos cristais,
reuniões
de roupas infelizes.
A
elas a bala do vinho não chega,
sua
papoula eficaz, o seu raio vermelho
morre
afogado em tristes tecidos,
e se
derrama por canais sozinhos,
por
ruas molhadas, por rios sem nome,
o
vinho amargamente submerso,
vinho
cego e subterrâneo e só.
Eu
estou de pé na sua espuma e suas raízes,
eu
choro na sua folhagem e nos seus mortos,
acompanhado
de alfaiates caídos
no
meio do inverno desonrado,
eu
subo escalas de humidade e sangue
tateando
as paredes,
e
na aflição do tempo que chega
sobre
uma pedra me enrodilho e choro.
E
até túneis acres me encaminho
vestido
de metais transitórios,
até
mercearias sós, até sonhos,
até
betumes verdes que palpitam,
até
ferrarias desinteressadas,
até
sabores de lodo e garganta,
até
imperecíveis borboletas.
Então
surgem os homens do vinho
vestidos
de cintos roxos
e
chapéus de abelhas derrotadas,
e
trazem copos cheios de olhos mortos,
e
terríveis espadas de salmoura,
e com
chifres roucos se saúdam
cantando
cantos de intenção nupcial.
Gosto
do canto gutural dos homens de vinho,
e
do ruído de moedas molhadas na mesa,
e
do cheiro de sapatos e de uvas
e
de vômitos verdes:
gosto
do canto cego dos homens,
e
desse som de sal que golpeia
as
paredes do amanhecer moribundo.
Falo
de coisas que existem, Deus me livre
de
inventar coisas quando estou cantando!
Falo
da saliva derramada nos muros,
falo
de lentas meias de rameiras,
falo
do coro dos homens de vinho
golpeando
o ataúde com um osso de passarinho.
Estou
no meio da canção, no meio
do
inverno rolando pelas ruas,
Estou
no meio dos bebedores,
com
os olhos abertos em direção a lugares esquecidos,
ou
lembrando-me do luto delirante,
ou
dormindo em cinzas abatido.
Lembrando
noites, navios, sementeiras,
amigos
falecidos, circunstâncias,
amargos
hospitais e meninas adolescentes:
lembrando
a onda que bateu na rocha,
com
um adorno de farinha e espuma,
e a
vida que se faz uma em certos países,
em
certas costas sozinhas,
um
som de estrelas nas palmeiras,
um
golpe de coração nos vidros,
um
trem que cruza o escuro de rodas malditas
e
muitas coisas tristes desta espécie.
A
umidade do vinho, nas manhãs,
nas
paredes, muitas vezes, mordidas por dias de inverno
caindo
em mercearias definitivamente solitárias,
a
essa virtude do vinho chegam lutas,
e
cansados metais e surdas dentaduras,
e
há um tumulto de acusações rotas,
há
um furioso pranto de garrafas,
e
um crime, como um chicote caído.
O
vinho crava seus espinhos negros,
e
seus ouriços sombrios passeia,
entre
punhais, entre meias noites,
entre
roucas gargantas arrastadas,
entre
cigarros e torcidos cabelos,
e
como onda do mar sua voz aumenta
uivando
pranto e mãos de cadáver.
E,
então, corre o vinho perseguido
e seus
odres tenazes se dissipam
contra
as ferraduras, e o vinho silencioso,
e seus
tonéis, em feridos navios onde o ar morde
rostos,
tripulantes de silêncio,
e
o vinho foge pelas estradas,
por
igrejas, incluindo carvões,
e
se caem suas plumas de amaranto,
e
se disfarça de enxofre na sua boca,
e
o vinho ardente entre as ruas antigas,
buscando
poços, túneis, formigas,
bocas
de tristes mortos,
por
onde vai o azul da terra
e onde
se confundem a chuva e os ausentes.
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